La IA viene a por el trabajo de mierda.

El apocalipsis de los robots, y una mierda.

Últimamente, parece que a todo el mundo le ha entrado el pánico. En la tele, en los periódicos, en la barra del bar... No se habla de otra cosa. Que viene la Inteligencia Artificial. Que las máquinas nos van a quitar el trabajo. Que vamos a acabar todos pidiendo en la puerta de una iglesia.

El apocalipsis de los robots. El fin del mundo.

Y yo me pregunto: ¿pero esta gente en qué mundo vive?

Te dicen que la IA va a eliminar puestos de trabajo. Y yo digo: joder, pues ya era hora.

¿Pero alguien se ha parado a pensar QUÉ puestos de trabajo? ¿Hablamos del tío que se pasa ocho horas al día en una cadena de montaje poniendo el mismo puto tornillo en el mismo puto agujero? ¿Hablamos de la administrativa que se deja los ojos picando facturas? ¿O del que coge el teléfono para decirle a un cliente, por decimoquinta vez, a qué hora cerramos?

¿Esos son los trabajos que os dan pena perder? ¿En serio?

A ver si nos enteramos de una puta vez: esos trabajos son una condena. Son un castigo. Son lo que haces cuando la vida te ha dado una patada en los cojones. Son repetitivos, monótonos, aburridos. Te matan el alma más rápido que una crítica de un influencer que no ha frito un huevo en su vida.

Esos trabajos deshumanizan más que cualquier robot. Un ser humano no está hecho para ser un autómata de carne y hueso.

Un ser humano está hecho para crear, para pensar, para resolver problemas, para hablar con otro ser humano y entenderse. Para cagarla y aprender. Para sentir.

La IA no viene a quitarnos el trabajo. Viene a quitarnos las cadenas.

Esa persona que se moría de asco poniendo tornillos, ahora es libre para aprender a mantener la máquina que los pone. O para diseñar un tornillo mejor. La administrativa que picaba facturas ahora puede analizar esos datos para ver dónde coño se está escapando la pasta. Aporta valor de verdad, usa la cabeza.

Que no me cuenten milongas. Yo ya he empezado. ¿El trabajo de ser un telefonista agobiado? Se lo he regalado a Son-IA. Y mientras él hace el trabajo sucio, yo tengo tiempo. Tiempo para hablar con mis proveedores, para enseñar al chaval nuevo, para sentarme con una mesa y explicarles por qué el vino que les he puesto es la hostia.

Tiempo para irme a casa y no sentir que he malgastado otro día de mi vida.

Así que menos llorar y más pensar. La revolución ya está aquí. Y o aprendes a usar las nuevas herramientas para ser más humano que nunca, o la ola te va a reventar en los morros. Tú eliges.